De pintores ciegos, finales del mundo y otras cosas que acontecieron.

martes, diciembre 09, 2003

Las aventuras de un elfo vagabundo 1: Aventuras camioniles

El elfo se apartó, por enesima vez, el rebelde mechón de cabello café que insistía una y otra vez en ubicarse frente a su campo de visión.
"En fin" -se dijó a si mismo- "de todos modos no es tan agradable lo que veo".
Y tenía razón, una señora (aunque la primera impresión del joven elfo fue la de dos señoras usando una sola prenda) de considerables dimensiones abordó la unidad de transporte en la que él viajaba.

Procuró apartar la mirada de aquel desagradable espectaculo, pero no pudo evitar retener un par de detalles; una playera, antaño blanca, en cuya zona axilar se apreciaba una sospechosa (por no decir delatora) mancha humeda y una boca que sin duda había tenido mejores días, aunque el elfo no podía imaginar como habían sido.
-Aquí no. Que no se siente aquí -murmuró entre dientes, rogandole a Dios por que le permitiera conservar intacto su sentido olfativo.
Dios tenía que estar viendo para otro lado en ese momento, porque la señora ocupó justamente el asiento junto a la desesperada criatura del bosque, quien durante un momento consideró seriamente la posibilidad de saltar por la ventanilla del camión ("Camión, esa era la palabra" - se dijo a si mismo, se había pasado todo el trayecto intentando recordarla), pero el sentido común le recordó que las leyes de la física tienden a ensañarse con aquellos que saltan de vehiculos en movimiento.
-Mierda -masculló por lo bajo, y sacó su organo olfativo por la ventanilla lo mas que pudo, sin arriesgar su cabeza.
Durante unos breves segundos logró abstraerse del mundo real y sus problemas viendo a un cachorro blanco( un delmon original, según pensó despues, al escuchar el termino) intentando levantar la patita junto a un poste; sin embargo la gravedad parecía tener algo en contra del pobre animalito, ya que cada vez que levantaba la pata, perdía el equilibrio.
Justo en el momento en que el perrito lograba por fin dehacerse del molesto chorrito que, sin duda, le corroía las entrañas, una vaharada de algun extraño aroma invadió las cavidades respiratorias del elfo, quien en un acto reflejo retrajo los musculos de la cara, en una mueca que debió resultar de asco, ya que un vozarrón digno de un tenor (suponiendo que los tenores usaran cintos pitiados y botas de imitación de serpiente, por supuesto) lo sobresaltó:
-¿QUE?
Nunca un monosilabo le había resultado a nuestro elfo tan amenazador ni, por desgracia, oloroso, así que apelando a su sentido común, mismo que le decía que una pelea de dos contra uno nunca es justa, prefirió cerrar la boca y cambiarse de lugar.
Camión lleno, demasiado tarde se percató el olfativamente atrofiado elfo del pequeño detalle.
-Varne -masculló nuevamente, olvidandose por un momento del español y hablando en quenya(el sentido literal de la palabra es "marrón, pero coloquialmente se utiliza para señalar las heces fecales del ser humano).

Un poco enfadado por su sino, el elfo se sujetó como pudo del pasamanos (pegajoso según comprobó) e intentó sumirse en pesamientos mas placenteros; una bella hobbit con quien mantenía una gran relación desde hacía aproximadamente dos años y medio comenzaba a penetrar en sus ondas cerebrales cuando un
empujón lo sacó de su ensueño; el autobus (otra palabra que tenía todo el día escapandoselé de la cabeza) estaba repleto de pasajeros, la mayoría de ellos recién salidos de sus trabajos, casi todos con rostros de hastío.

El elfo se asomó por la ventanilla y vió que la siguiente era su parada, deslizó una de sus manos hasta el timbre y lo sonó, el camión (por fin logró retener la palabra) se detuvó una calle antes, pero nuestro protagonista se apeó, feliz de terminar su estancia en esa conjunción de historias.

Hizo lo que había venido a hacer....

y...

temblando ante la pespectiva....

Se dirigió a la parada, a tomar un transporte regreso a casa.


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