De pintores ciegos, finales del mundo y otras cosas que acontecieron.

jueves, febrero 19, 2004

Aventuras de un elfo vagabundo, 2da parte: Aventuras escolares

Aventuras de un elfo vagabundo, 2da parte: Aventuras escolares

Inusitadamente el joven elfo llegó al salón con cerca de una hora de anticipación, está situación se repetía contadas veces durante el semestre y la causa era invariablemente la misma: conseguir un buen asiento para el examen por venir.
No era un día de sorpresas, el examen en cuestión se trataba de computación y, para no variar, era temido por todo el cuerpo estudiantil que poco a poco se aconglomeraba en el recinto.

Sin embargo el elfo se veía confiado, no por nada había triunfado allí donde todos habían fracasado un par de semestres atras, cuando el indice reprobatorio de la materia computación uno se había ido hasta el cielo, al igual que los pocos que habían conseguido aprobarla.

Pero eso era historia antigua, el presente era bastante amenazador puesto que, dormido en sus laureles, el elfo no se había preocupado demasiado por el examen y ahora se encontraba un poco incomodo; de cualquier forma su confianza en si mismo había logrado vencer sus temores a lo largo de toda su vida y está vez no fue la excepción.

El ambiente el el salón se fue enfriando conforme la hora anunciada se aproximaba, las secreciones sudoriparas de el alumnado se encontraban a la orden del día y la tensión aunmentaba sensiblemente con cada TIC-TAC del reloj (digital, por cierto), alguien encendió una radio pero el contraste de la música era demasiado incomodo como para mantenerlo. La radio bajó el volumen y finalmente se apagó.

TIC-TAC, TIC-TAC, el raloj parecía aumentar su volumen a cada momento, el elfo, cansado de el ambiente decidió darse una vuelta por los pits, a tirar el miedo, así lo hizo y al regresar se detuvo un momento a tomar agua, un compañero lo saludó:

-¿Que onda, listo para el examen?

El elfo le hizo una señal, pasandose el dedo indice a lo largo del pescuezo, como si se lo estuviera rebanando, ambos rieron un rato.

Al llegar al salón el profesor ya se encontraba en su escritorio, por lo que el elfo y su compañero entraron silenciosamente y se aposentaron tras sendos monitores, dispuestos a hacer lo que fuera necesario con tal de salir adelante.

Las hojas del examen estaban sobre la mesa, el pequeño y nervioso elfo tomó la primera, le dió la vuelta... y sintió que se le venía el mundo encima.
No entendía absolutamente nada de lo que allí escrito venía.

Los minutos comenzaron a acelerar su paso, mientras el elfo luchaba por encontrar su lógica perdida, se escuchaban lapices rasgando papel y teclas siendo oprimidas por el yugo capitalista, una gota de sudor empañó un lente del joven habitante de los bosques, se quitó las gafas para limpiarlas y entonces recordó comom funcionaba el programa...
Sin siquiera ponerse los lentes el joven elfo comenzó a apretar teclas como vendaval, haciendo rapidamente unas cuantas lineas de codigo que, en teoría, resolverían sus problemas.

Con una sonrisa de oreja a oreja el elfo oprimió el botón de compilación y el programa le regresó chorrocientos errores, al tiempo que el profesor les indicaba que se les había terminado el tiempo.

El elfo entregó su examen y salió del salón, considerando que al menos merecía un 70.

Transcurrió un placido fin de semana, sin estudio y sin tareas y finalmente llegó el momento de recibir promedios, nuestro simpatico protagonista se acercó por su examen y se quedo de piedra (literalmente)...

30...

Terminó el día y el elfo regresó abatido a su hogar se pasó la tarde sin saber que hacer metido en el sistema intercomunicador del bosque, de pronto una ventanita se abrió y una compañera le dijo:

-Elfillo, checate las calificaciones en el internet, el profe nos hizo un paro :D (el ícono gestual venía incluído)

Sin muchas esperanzas, pero con el corazón latiendole bastante mas rapido de lo habitual, el elfo se irigió al sitio indicado, donde solicitó su boleta, no podía creer lo que veían sus ojos, su calificación había aumentado en mas de 40 puntos, situándolo del privilegiado lado de los aprobados.

Una sonrisa de satisfacción por el deber cumplido se dibujó en su rostro.

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