Domingo.
El reloj despertador había sonado casi tres horas atrás, a las 9 A.M. tal y como estaba programado para hacerlo, la estridente música de Millencolin había inundado la desordenada habitación pero el durmiente, indiferente había dejado que el disco terminara mientras el se quedaba en estado de semi inconciencia, mas cercano a un actus mortis que al sueño que realmente era.
-Despierta webón -su padre lo zarandeó un poco hasta que el elfo abrió los ojos, hinchados por tanto dormir, y enmarcados en una gigantescas ojeras por desvelarse tanto (la noche anterior se había quedado leyendo)- Te llaman por telefono.
El elfo se levantó, desganado, y tomó el telefono que su padre le tendía.
-Bueno -el elfo puso su mejor voz, pensando que era su novia la que le llamaba.
-Quiubole wey -la voz de su mejor amigo lo desengañó feamente- ¿estás ocupado?
-¿Que pasó viejo? -No, no estoy ocupado. ¿Que onda?
-Ah, está bien, orita paso a tu cantón.
-Perame wey, me acabo de levantar, dame quince minutos.
-Ok, en quince minutos paso.
-Sobres.
-Sobres.
El elfo colgó el telefono, ya un poco mas despierto y entró al baño para darse un rápido regaderazo,se puso un boxer y entonces sonó el telefono de nuevo.
-Bueno -el elfo levantó la bocina.
-Hola mi amor -contestó una voz femenina del otro lado de la linea- ¿Como estás?
En pro de la decencia y la privacidad de una joven pareja de enamorados, adelantemos el reloj diez minutos al momento en que el elfo vovlía a depositar la bocina en su lugar, ya vestido, puesto que se había cambiado mientra hablaba por telefono con su novia.
Al poco rato su amigo se apersonó en la puerta de su casa, pilotando el "Tanque Felino", como los amigos conocían al auto en el que se transportaban.
-Al rato vuelvo -le gritó el elfo a su padre, quien respondió algo parecida a un "bueno".
-¿A donde vamos wey? -saludó el elfo a su amigo, mientras abordaba el auto, una camioneta familiar pequeña, de cuatro cilindros color plata.
-No se -contestó el otro- ¿Vamos con la Claudia?
-Amole -contestó el elfo, en esa extraña jerga que utilizaba para comunicarse.
Por desgracia Claudia, una chava que había acompañado a nuestros heroes en diversas aventuras, estaba en casade su abuela, por lo que el elfo y su amigo tuvieron que irse sin ella.
-¿Y ahora?
-No se -el amigo pensó un poco y luego preguntó- ¿Vamos al malecón?
-Ya está.
Y hacia allá se encaminaron, pero al salir del fraccionamiento en el cual vivían cuando se les ocurrió una gran idea.
-Wey -preguntó el amigo- ¿Vamos a Concordia?
-¿A Concordia? -una sonrisa se dibujó en labios del elfo.
-Simón
-Pues vamos, pero tu pichas los raspados.
Los amigos se rieron durante un rato mientras enfilaban el carro hacia la carretera al ritmo de una canción de Ricardo Arjona, uno de los pocos gustos músicales que ambos compartían.
El reloj del estereo marcaba las 12:45.
Salieron a la carretera mientras Arjona cantaba "Libre" por las bocinas del auto, el elfo recordó algo y le dijo a su amigo.
-¿Te acuerdas viejo?, de cuando queríamos irnos así nada mas.
-Jajajaja, simón.
Ambos se quedaron callados durante un momento, recordando los días en los que ese era su mayor sueño.
-Pues vamonos ¿no? -dijo el elfo en tono de broma, sabiendo que el otro tampoco estaba dispuesto a irse así nada mas.
-No mames wey, ¿como nos vamos a ir así?
-Pues si no nos vamos así, no nos vamos a ir nunca.
-Pero es el carro de mi jefa wey, no puedo.
-De todos modos nunca dejas que lo agarre wey, además, ella tiene el carro del Doc.
El susodicho Doc era el pretendiente de la madre del amigo de nuestro elfo.
-Neta wey, que si fueramos en el carro del Doc, si nos ibamos.
Los amigos se rieron nuevamente y dieron por zanjada la cuestión.
Poco despues pasaban por encima del Río Presidio, cuyo nivel de agua era considerablemente escaso.
-No mames wey -le dijo el amigo al elfo. cuando pasaban por la calle principal de Villa Unión- Que culero, la calle principal de estos weyes es carretera.
-Es que se están expandiendo wey -contestó el elfo- Quieren invadir Mazatlán.
Las risas duraron hasta que el renchito quedó bien atrás de ellos.
Despues de un rato de silencio el amigo preguntó:
-¿Ya se te taparon los oídos?
-¿Eh? -el elfo que iba pensando en otra cosa no captó.
-Por la altura wey ¿no se te han tapado?
-Ni me hubieras dicho wey.
-Jajajaja, ¿ya se te taparon?
-No, pero me mareo con las curvas.
-No chingues wey, no vayas a vomitar.
-Nah, de todos modos, no tengo nada en el estomago para devolver.
-¿No desayunaste?
-Nop.
-Yo tampoco.
Y sin razón alguna, los amigos se volvieron a reir.
Un rato mas tarde los amigos llegaban a Concordia, tras dar un par de vueltas sin saber como llegar a su destino decidieron preguntar.
-Oye, ¿como llegamos a los raspados? -el amigo le hizo esta pregunta aun ciclista estacionado en una esquina.
-Te sigues derecho dos calles y luego le das a la derecha. -contestó el ciclista.
-Gracias -contestaron los amigo y arrancaron.
Siguiendo las indicaciones llegaron sin mayos problema a la plazuela, por desgracia entraron en sentido contrario y los pitidos y mentadas de los demás conductores no se hicieron esperar.
-Madres -dijo el amigo, mientras acomodaba el auto, subiendose un poco en la banqueta.
Cuando por fin quedaron bien estacionados bajaron del auto y se dirigieron al local de los famosos Raspados de Concordia.
Tras comprar sendos raspados de leche, se sentaron en una banca a comerselos, el amigo terminó pronto y levantandose le dijo al elfo:
-Ya vamonos pues, aquí no hay morras decentes.
-Oh, perate, toy tragando.
-Pues si no te apuras te dejo aquí.
Al oir esto el elfo se levantó y se apresuró a terminar su raspado.
Abordaron el auto e intentaron salir del pueblo, tras dos o tres vueltas infructuosas, preguntaron nuevamente el camino, y bien dirigidos tomaron su ruta por la carretera una vez mas.
El viaje de regreso no tuvo ninguna complicación y al llegar de nuevo a Mazatlán, fueron al malecón, su destino original, a tomarse un merecido six en compañía de otro amigo, dueño de un super que, por supuesto, no les cobró nada.